En contra de lo que pueda parecer, momentos como éste son tremendamente productivos y tremendamente fértiles. Si tuviéramos que buscar una similitud adecuada deberíamos encontrarla en los campos ricos en minerales que suceden a una salvaje erupción volcánica en donde todo germina con una fuerza inusitada.
En el ámbito de la economía, esta nueva disyuntiva está trayendo cambios significativos en el know-how de las empresas y de los profesionales que las integran. Nuevos modelos, nuevos procesos, nuevos mercados, nuevos públicos, etc.
Todos ellos pueden resumirse en una sola proposición: la mejor estrategia es cambiar de paradigma, al hilo de la conocida frase de Albert Einstein: Si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo, una verdadera declaración de intenciones procedente del pasado siglo para esta época de transición.
Los pronósticos, que no son aún demasiado esperanzadores para el 2011, necesitan ser interpretados de diferente manera y encontrar los aspectos positivos de este proceso crítico:
• En primer lugar, estamos obligados a examinar y a cambiar los modelos globalizantes y globalizadores de la economía, y tener cuidado de ahora en adelante en no confundir globalización con nuevas formas de imperialismo económico.
• Tenemos la oportunidad de atender a los factores alternativos, es decir la sostenibilidad, el compromiso medioambiental y ecológico. También debemos mirar con mayor respeto a los modelos económicos que, a pesar de la crisis, han sabido mantener una continuidad e incluso un incremento de productividad.
• Estamos comenzando a entender el concepto de cooperación y a buscar nuevos modelos empresariales y protocolos de actuación, como la tendencia hacia modelos de clusterización, el procomún, la co-creación, etc.
Pero por encima de todo, en nuestro sector, las empresas de la Cultura (eso que hemos venido en llamar industria cultural o empresas de base cultural y creativa), debemos reinterpretar las relaciones que establecemos con el público y con el mercado.
En este contexto, que no es necesario explicar ni reiterar, tenemos varios escenarios de actuación en donde las organizaciones empresariales buscan la manera de sobrevivir y de crecer. Uno de esos escenarios se ha convertido en una especie de término mágico de propiedades y resultados aparentemente casi milagrosos: la cooperación.
La definición de cooperación es simple para la R.A.E.: obrar juntamente con otro u otros para un mismo fin. Pero para llegar a ella o para iniciar un proceso cooperativo con otros, es necesario plantear primero un mapa de situación y de premisas.
Es necesario que preexista un ecosistema adecuado o bien que debamos crearlo. Esto es, entender que somos dependientes, que vivimos en una sociedad de solidaridad orgánica, en la medida en que los individuos especializan sus funciones y requieren de otros individuos para sobrevivir.
Este ecosistema debe estar compuesto de una serie de actitudes y hábitos que facilitan los procesos cooperativos. Es necesario replantearnos nuestros propios paradigmas de forma constante, dudar, preguntar por qué algo es como es y porqué no puede ser de otra forma. Esta revisión permanente es un buen método para plantear estrategias competitivas. Rompamos con los paradigmas, aunque sólo sea por un momento.
En la ciencia este proceso está muy asumido; de hecho, las hipótesis, que es el inicio de cualquier investigación, se formulan en base a una proposición cuya veracidad es provisionalmente asumida y que puede cuestionar uno o varios paradigmas. Hay que cuestionar cada concepto que tengamos asumido tanto de manera individual o colectiva en nuestra organización, posibilitando el surgimiento de nuevas realidades.
Todo esto tiene que ver con los hábitos. Si queremos empezar a cambiar, debemos hacerlo desde lo más pequeño a lo más relevante. Los pequeños hábitos que rompamos han de propiciar otros nuevos que nos posicionen ante una nueva visión. Indudablemente, todo esto no es nada fácil, y supone un esfuerzo, cierta flexibilidad y tolerancia al cambio.
Es resumen, tenemos que adoptar una actitud flexible, pero al mismo tiempo despierta y activa frente a los cambios en los que estamos inmersos. Estar abiertos a nuevos modelos, nuevas formas, sobre todo, a trabajar por ser más competitivos en nuestro entorno.
Pero no es sólo necesaria una actitud y unos hábitos adecuados, también debemos aprender a ser creativos y sobre todo a generar un pensamiento innovador. La creatividad tiene que ver con la capacidad de producir respuestas originales a un determinado problema, con cambiar, romper o jugar con los paradigmas. Los procesos creativos son en realidad un juego libre de ideas que nos conduce a la innovación desde el más amplio sentido de la palabra.
(fig. 1. Un Ecosistema (integrado por actitudes y hábitos correctos), sumado a planteamientos Innovadores (compuestos por procesos creativos añadidos a una serie de necesidades) da como resultado la existencia de sistemas de Cooperación.
Creemos habitualmente que la innovación es una característica que afecta únicamente al ámbito de la tecnología y no tenemos en cuenta que cuando hablamos de innovar estamos, en realidad, ante una redefinición del sentido de producto o servicio que ofrecemos, de reinventar nuestro modo de hacer y de pensar, de implantar un sentido de usabilidad integral, de escuchar y de hacer.
(próximamente un nuevo artículo: "Cooperación-Colaboración-Cocreación").
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